El aniversario de su muerte (fue el 30 de noviembre de 1900) puede ser una buena excusa para recordar algunos aforismos del escritor irlandés Oscar Wilde. Un hombre perseguido por ser diferente y recordado por su agudeza, ironía, acidez, esnobismo y desparpajo.

– Felizmente, creo que no soy un ser normal.
– Vivir es lo más raro del mundo. La mayor parte de la gente apenas si existe.
– ¿Te gustaría saber cuál es el gran drama de mi vida? Que he puesto mi genio en vivir, y en mis obras sólo el talento.
– El egoísmo no consiste en vivir como uno quiere sino en exigir que los otros vivan como queremos nosotros.
– El público es estupendamente tolerante: perdona todo, menos el genio.
– Los hombres querrían ser siempre el primer amor de una mujer. Tal es su necia vanidad. Las mujeres tienen un instinto más sutil para las cosas: les gusta se el último amor de un hombre.
– El arte no debería jamás intentar hacerse popular. Es el público quien debería intentar hacerse artístico. La diferencia es enorme.
– La historia de las mujeres es la historia de la peor forma de tiranía que ha conocido el mundo. La tiranía de los débiles sobre los fuertes. Es la única que perdura.
– La instrucción es algo admirable, pero de vez en cuando nos haría bien recordar que nunca se puede enseñar lo que verdaderamente vale la pena conocer.
– Me gustan los hombres con futuro y las mujeres con pasado.
– ¿La diferencia entre literatura y periodismo? El periodismo es ilegible y la literatura no se lee. Eso es todo.
– Una idea que no es peligrosa no merece de ninguna manera el nombre de idea.
– El verdadero fin de la educación es el amor a la belleza.
– Un poeta puede sobrevivir a todo excepto a una errata de imprenta.
– Los hombres que intentan hacer algo por el mundo son siempre insufribles, pero se vuelven encantadores en cuanto el mundo hace algo por ellos.
– Amarse a sí mismo supone el comienzo de un romance eterno.
– El descontento es el primer paso hacia el progreso de un hombre o de una nación.
– No siempre es posible juzgar a un hombre por sus obras. Puede respetar la ley y, aun así, ser despreciable. Puede romperla y, aún así, ser admirable.
– La popularidad es el único insulto que no he sufrido nunca.
– Es más difícil destruir que crear, y cuando lo que hay que destruir es la vulgaridad y la estupidez, la labor destructiva no sólo necesita coraje, sino también desprecio.
– Hay tres clases de déspotas: el que tiraniza el cuerpo, el que tiraniza el alma y el que tiraniza a la vez los cuerpos y las almas. Al primero se le llama príncipe, al segundo se le denomina papa y al tercero se le denomina pueblo.
– Lo único que puede ofrecernos nuestra civilización es confort.
– No hay libros morales e inmorales. Los libros, o están bien escritos, o están mal escritos. Eso es todo.
– La tragedia de la vejez no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven.
– La experiencia es el nombre que todo mundo da a sus errores.
– Hoy en día, la gente conoce el precio de todo y el valor de nada.
– El arte es nuestra enérgica protesta, nuestro valeroso intento de enseñarle a la naturaleza cuál es su sitio.
– Sí: soy un soñador. Pues soñador es quien sólo halla su camino a la luz de la luna, y su castigo consiste en ver amanecer antes que el resto del mundo.