Ya estoy del lado de acá. Volver es de a ratos ser una extraña, un bicho raro que mira con asombro cosas que para los demás son cotidianas y aceptables como alguna vez lo fueron para mí. Es estar todo el tiempo acumulando imágenes y sensaciones en esa cajita infinita de la memoria donde guardo también recuerdos de mi infancia y retazos de esos  momentos inolvidables que se quedan grabados por los detalles más simples, como una frase, la evidencia de un sentimiento, una mirada cómplice o un coro de risas.
Volver es también no haberse ido nunca, es retomar hábitos, formas y costumbres que siguen estando dentro de mí y que forman parte de aquella que es donde nadie la recuerda diferente. Es sentirse en casa en cada esquina, criticar con derecho y hablar con extraños con esa resignación e ironía tan nuestra, que nos salva del mundo y a la vez nos condena a seguir siendo los mismos.
Volver es reconocer mis cambios y mis límites, entender que ya no soy de aquí ni de allá y comprobar el precio de la libertad en la cara de mi abuela, en los secretos que ya no comparto con mis hermanos y en la altura que tiene el hijo de mi mejor amiga. Es disfrutar y, pese a todo, saber que dentro de unos días volveré a subirme a un avión que me llevará de vuelta al verano y que estaré sonriendo, feliz por haber estado en casa y también por  poder batir de nuevo las alas.