Paloma en ParóLos gerundios son empalagosos. Uno, bien servido, resulta un plato exquisito que da un toque de color y precisión al resto de la comida, pero un atracón de gerundios sólo puede provocar indigestión al goloso compulsivo que no supo refrenar su apetito y depararle el escarnio y el asqueado rechazo por parte de los demás comensales que abjuran de su glotonería.
Parte de la mala fama de los gerundios se debe a la ignorancia acerca de su correcta utilización. Para asegurarse buenos resultados, es mejor limitar su uso a los casos en que se quiere indicar simultaneidad en la acción, continuidad, algo inmediatamente posterior o una condición. Así, evitaremos que un gerundio quede chirriando en una frase o que todo el texto huela a amasijo de palabras rimbombantes y arcaicas.
Por todo lo anterior, los gerundios, además de empalagosos, son también unos incomprendidos. Y el desconocimiento de algo suele llevar – fuera del uso incorrecto o del abuso- a su ignorancia e incluso a su encarnizada persecución.
Si no vean el caso del gobernador de Brasilia, quien, harto de demoras y tropiezos, ha decidido prohibir el uso de los gerundios en la administración pública como «disculpa para la falta de eficiencia» del aparato estatal. José Roberto Arruda dictó este decreto creyendo que así acabará con el origen de todos los males de la burocracia, sin darse cuenta de que sólo ha asesinado a la pobre paloma mensajera.