No soy una gran caminante. O al menos, no soy una alegre caminante cotidiana. Cuando se trata de desplazarme para cumplir con una obligación con horario fijo prefiero el transporte público o un vehículo particular, según el caso. Pero cuando viajo me transformo en una incansable exploradora de a pie y puedo pasar días enteros, pese a la queja de mis músculos, recorriendo la ciudad por la vía pedestre.
Hace un par de semanas mantuve dos conversaciones separadas con amigos sobre este tema. En ambos casos caimos en la clásica charla de balance y renovación de propósitos que provoca el cambio de año y todos coincidimos en lo enriquecedor y gratificante que habían sido los viajes -o mejor debería decir las escapadas- que habíamos hecho durante 2007. Pero también nos dimos cuenta de que esas experiencias habían resultado tan íntimamente satisfactorias y renovadoras porque en los últimos años habíamos modificado radicalmente nuestra manera de conocer mundo. Habíamos mutado de turistas a viajeros.
La diferencia es clara. El turista se desplaza por la ciudad que visita siguiendo un riguroso itinerario elaborado en base a mapas y guías de viajes, con paradas inexcusables en cuanto museo o monumento relevante haya, sin importar su gusto particular ni sus preferencias históricas o artísticas y ni tan siquiera su estado anímico y físico. Toma nota mental, y muchas veces también escrita, de cuanto sitio importante pise (la exhibición posterior ante familia y amigos es la mayor recompensa al esfuerzo) y nunca olvida hacer la fotografía correspondiente que dé veracidad de notario al momento. Lleva una mochila bien provista de comida y bebida, elige las calles más transitadas para desplazarse, mira todos los cuadros de los museos que visita como si estuviera realizando un inventario, se las ingenia para comprar algo allí donde vaya y se concentra en aprovechar cada minuto del tiempo que ha comprado.
El viajero, en cambio, enfrenta la visita al destino desconocido como una aventura también interior. Recorre las calles dejándose llevar por los sonidos, los olores y los colores. Aunque también se fija algunos sitios para conocer, sabe que ninguno es imprescindible y que alguna de las callejuelas por las que se mete tal vez lo arrastren ante unas cuantas maravillas más impactantes y cercanas que las que guardan los museos, que por cierto explora sin orden ni afán de verlo todo sino de mirar algo y aprender un poco.
A diferencia del turista, el viajero intenta por todos los medios disfrutar de cada minuto de esa vida extraña que comparte por unos días. Camina, inagotable, intentando absorver caras, gestos, palabras y momentos. Quiere comprender más que conocer. Come cuando tiene hambre o lo tienta algún manjar de escaparate; elige con olfato de sabueso los restaurantes preferidos por los lugareños y prueba los mismos platos que ellos. También lleva una cámara de fotos, que a su regreso revelará una serie caprichosa en la que faltarán varios lugares turísticos de renombre y en la que aparecerán imágenes de detalles y de esquinas mágicas, de portales sin placa y balcones anónimos.
El turista vuelve a casa, deshace la maleta y retoma su vida habitual como quien se quita un disfraz cuando termina la noche de carnaval. Está ansioso por relatar lo que vió y contar dónde estuvo. A su regreso, el viajero sigue durante días y hasta semanas con los sentidos embebidos de los aromas y sabores del lejano destino. Por unos días vivió como si fuera parte de aquello, se imaginó actor de una vida distinta. De nuevo en su papel se da cuenta de que no es el mismo que antes de viajar y de que se trajo muchas más cosas en su mente y en su corazón que si hubiera comprado souvenirs de recuerdo.
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Fotos: 1) Mercado de las especias, Estambul. 2) Piazza Navona, Roma. 3) Casa Rosada, Buenos Aires. 4) Vista del Sena, París. 5) Camden Town, Londres.
Estoy muy de acuerdo con todo lo que dices aquí aunque obviamente has radicalizado los roles. Yo creo que esto no es una problemática que se pueda sólo aplicar a los viajes, sino que se corresponde con el carácter de cada uno.
Lo ideal, en mi opinión, es tener algo de viajero y algo de turista, y saber en qué momento pasar de uno a otro rol.
Ser turista puede ayudar a que la imaginación y el ensoñamiento del viajero tengan un mayor campo de acción. Ser viajero, indudablemente, dará algo de romanticismo a la aburrida burocracia de fotos y notas mentales del turista.
Lo que no funciona es coger a un viajero al 100% y a un turista al 100% y darles unos billetes de avión, una tarjeta de crédito y tres semanas por delante. Quizás esto explique por qué tantos matrimonios dejan de funcionar en la misma ¿luna de miel?.
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En cierto sentido, la distinción entre turista y viajero es parecida a la que hace Winnie the Pooh sobre la poesía: «La poesía y las melodías no son de esas cosas que se encuentran, son cosas que te encuentran a ti. Y todo lo que se puede hacer es ir a dónde puedan encontrarte.»
El turista busca, el viajero propicia el encuentro. Uno sería la épica, el otro la lírica.
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Nunca había pensado en las diferencias entre turista y viajero hasta que leí tu post. Es cierto que no es lo mismo.
A mí nunca me gustó ser lo primero; siempre traté (trato) de ser lo segundo. Tal como lo sugerís, los viajeros tienen (tenemos) la posibilidad de sumergirnos, de mezclarnos, de mimetizarnos con la tierra y la gente que visitamos. Los turistas, en cambio, nunca dejan de ser extraños y extranjeros.
Muy lindo post, y muy lindas fotos, Laura.
Un saludo.
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Hola.
Bueno, bueno. No sé, no sé.
Si sirve de algo, yo, que me consideró un gran viajero (o turista,yo que sé),he visto turistas que parecen viajeros, y viajeros (que se la dan de) muy turistas, y viajeros que buscando lo «diferente», al final han sido más turistas que nadie. No sé si me explico.
Una vez, andando por la Patagonia, una «viajera» me dijo que «ya tenia ganas de ir a Bolivia, porque Chile estaba muy «europeizada» . Algo así dijo. En realidad, quiso decir, por supuesto, que Bolivia era un país pobre y ella, «gran viajera», buscaba emociones fuertes.
Pero bueno, entiendo a que se refiere. A mí ha veces me gusta ser turista y ha veces viajero (sea en otro país, sea en un museo) Y en los dos roles me lo paso pipa, y aprendo y soy respetuoso.
Un saludo
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Muy buen post Laura!
Yo creo que estaria dentro de los viajeros. Cuando voy de viaje me encanta entrar en cafecitos y hacer lo que hace la gente normalmente. Si es posible charlar con desconocidos. Jugar a que vivo ahí por unos dias. Soy cero museo. Y no es que no me gusten, pero si tengo un tiempo limitado para estar en una ciudad (sobre todo por primera vez) mi prioridad es conocerla, y no creo que se pueda conocer una ciudad a traves de sus museos o atracciones turísticas.
La primera vez que fui a Paris vi al louvre desde afuera, de noche. Pasaba por ahí. Todavía me acuerdo la emoción y el impacto. Es que lo descubrí asi !
Y me encantaron tambien los comentarios. Muy gracioso Banyuken… juntar a un viajero y un turista y largarlos asi! JAAAAAA
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Pues es una gran costumbre y mejor afición…
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Muy buen post, Laura. Igual, coincido bastante con Banyuken.
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Muy bueno, Laura, el texto y las fotos.
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Gracias por los comentarios. Enriquecen muchísimo el debate/la reflexión sobre los viajes y la manera en que cada uno los aborda que intenté plantear en el post.
Saludos!
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Lindo, Laura. Além das informações, as imagens valem muito!
Beijos.
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nunca mejor dicho.
muy buen texto laura!
saludos,
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Tu has descrito de manera muy acertada la diferencia en tre viajero y turista. Me da tristeza y me parece increible la cantidad de gente que viaja sin el verdadero sentido de viajar. Últimamente no tengo mucha oportunidad de viajar pero cuando lo hago quedo aletargado tal y como lo describes.
Gracias por explicarlo de esa manera.
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He estado este verano en Londres, y para mi sorpresa, los vestidos de tu foto de Camdem Town….. son los mismos, parece que no hubiera parado el tiempo. Es muy bonito viajar y vivir experiencias involvidales…. lo malo de esto es cuando vuelves a casa, y ves que te falta algo y que no es suficiente lo que tienes. ¿como hacer conformarse a un alma inquieta?
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Ser viajero resulta más caro que ser turista… Yo me considero un 50% de ambas cosas, puedo dedicar días a ver los lugares imprescindibles y hacer fotos, por qué no, y el resto para vivir a la aventura, sentarme a ver pasar la gente, tomarme un café, contemplar un paisaje… No creo que sea o una cosa u otra, debe de haber tiempo para todo.
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A MI ME PARECE QUE ES MEJOR SER TURISTA, YA TIENES MAS POSIBILIDADES DE VIAJAR Y DE CONOCER GENTE DE FORMAS MAS SENCILLA!!!
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