Me encantó esta ilustración que hizo David Simonds para The Economist. Y también el título del artículo, que no podía ser más acertado y contundente: «Everywhere and nowhere», algo así como «en todas partes y en ningún lado». En él se analiza la funcionalidad de las redes sociales, que se multiplican como mosquitos en un pantano, y se da por tierra con la ya anticuada idea de negocio que buscaba rentabilizarlas, es decir sacar dinero de su funcionamiento (porque de su venta algunos siguen cobrando). También apunta hacia el futuro de estas plataformas de socialización, que debería ser obvio pero aún no lo es: la apertura hacia todos los usuarios de la web.
The problem with today’s social networks is that they are often closed to the outside web. The big networks have decided to be “open” toward independent programmers, to encourage them to write fun new software for them. But they are reluctant to become equally open towards their users, because the networks’ lofty valuations depend on maximising their page views—so they maintain a tight grip on their users’ information, to ensure that they keep coming back. As a result, avid internet users often maintain separate accounts on several social networks, instant-messaging services, photo-sharing and blogging sites, and usually cannot even send simple messages from one to the other. They must invite the same friends to each service separately. It is a drag.
Al leerlo me sentí identificada. Tengo cuenta en Facebook, Flickr, Xing, Neurona y Viadeo, sin contar mi participación en Twitter, Bitacoras, Technorati y otras plataformas específicas para blogueros y periodistas. Cada tanto, además, me llegan invitaciones de amigos que no están en ninguna de ellas, sino en Linkedin, MySpace, UNYK, Bebo, Orkut o alguna de las otras tantas que existen. No hay manera de abarcar todo el espectro. No alcanza el tiempo para mantenerse activo en todas las redes sociales; no es cómodo ni práctico repetir en cada una el mismo proceso para subir la misma información o fotos ni podemos recordar en qué red estaba quién para enviarle un mensaje. ¿Resultado? Nos registramos, empezamos como usuarios activos y lentamente nos convertimos en usuarios vegetativos. Como dice Pablo Mancini en su blog, si en la web 2.0 no enlazas, no existes.
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Laura, leerte hoy es decir rotundamente: «ME HAS LEIDO EL PENSAMIENTO». JAJA. Yo aún no he terminado por desenvolverme bien en este juego de estar presente en todos los lados. Supongo que hay algo en mi naturaleza que me impide alcanzar estas cotas de ubicuidad. Ayer mismo descubrí que había unos 10 contactos de mi cuenta habitual de correo que tenían perfil en Facebook. ¡¡Algunos no sospechaba que pudiesen usar estas cosas!! Luego me tocó añadirles a mi grupo de amigos y empecé a sentirme ajena mientras iba buceando en sus fotos, en sus «musicas preferidas» en sus «peliculas preferidas», en los mensajes de su tablón, en los del correo, en los del chat… Por favor, ¿tanto contenido tenemos que intercambiar? Me sabe mal estar a la contra de una tendencia que seguramente sea muy positiva. Pero es que no puedo convencerme de lo contrario: no me ha gustado nada la experiencia. No me entuasiama la idea de estar «diseccionada» en un conjunto de elementos indiscriminados. ¿Vosotros le contáis lo mismo a todos vuestros amigos o les enseñáis todas vuestras fotos a todos? Yo tengo relaciones bilaterales que tienen claves exclusivamente bilaterales. La red me resulta útil para otras cosas, pero multiplicarme en cien mil vallas publicitarias sobre mí misma me parece tan agotador y tan poco estimulante… en fin, que debe ser la edad (es lo último que me queda por pensar) pero definitivamente, blogs sí, interactividad sí, redes sí, pero empacho sociodigital indiscriminado, para mí no, lamentablemente.
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A veces pasamos tanto tiempo en tantas redes sociales virtuales que nos olvidamos de conectarnos al mundo de lo sensible. Vamos por la calle con mp3, i phone, celular, y después en casa o en la oficina conectados a myspace, facebook, etc. etc. para darnos cuenta que quizás no hicimos más que articular monosílabos en todo un día, casi no tuvimos encuentro visual con ningún otro ser y estamos…solos.
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Cierto Laura. Pero todo lo que sube, inevitablemente… baja. Por lo pronto no uso más el chat que había comenzado a usar después de mucho tiempo hace tres meses o más. Odio estar «atada» virtualmente. Por lo menos en un blog escribís cuando querés y tenés ganas. Saludos!
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Marta: Sentimos algo muy parecido. Yo también tengo amigos muy diferentes con los que comparto distinta información, y no me apetece colgar fotos de mi vida privada y que las vea un jefe o alguien que me conoce sólo en mi faceta profesional o quizás como vecina. Por eso creo que hay que elegir: no se puede estar en todos lados, sí, y mejor estar en algunos que en ninguno.
Detu: Ese es el riesgo. Y conozco varios/as que han caído.
Venusina: Curioso, yo uso el chat igual que el teléfono: cuando tengo algo que decir. Pero la blogosfera me tiene completamente enganchada. Bajará?
Saludos!
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Es cierto: nos apuntamos a todo porque tenemos miedo de quedarnos atrás. Y ya puestos a citar, como dice Joan Barril: «hemos crecido sin hacernos mayores». Gran epitafio para la generación X….
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