La involución del país más próspero y mejor educado de América Latina -una de las primeras sociedades en el mundo que gracias a un admirable sistema educativo derrotó al analfabetismo- a su condición actual, es una historia que está por escribirse. Cuando alguien la escriba, lo que saldrá a la luz tendrá la apariencia de una ficción borgiana: una nación entera que, poco a poco, renuncia a todo lo que hizo de ella un país del primer mundo -la democracia, la economía de mercado, su integración al resto del globo, las instituciones civiles, la cultura de brazos abiertos- para, obnubilada por el populismo, la demagogia, el autoritarismo, la dictadura y el delirio mesiánico, empobrecerse, dividirse, ensangrentarse, provincianizarse, y, en resumidas cuentas, pasar de Jorge Luis Borges a los piqueteros.
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Conforme lo leía me iba preguntando si sería posible sentar a ese gran país en el diván, o si acaso ya lo estuvo y tan sólo vive su particular terapia que lo llevará a la curación. Desgraciadamente no creo en el psicoanálisis. No me gusta recrear.
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Qué triste! Me basta con el primer párrafo. Escrito con deliciosa retórica y tanta crudeza que dan ganas de ponerse a llorar. Aún (o sobre todo) a los que ya no vivimos en Argentina.
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