Una de mis ocupaciones preferidas cuando voy sentada en el autobús o en un coche como acompañante es mirar a los demás ocupantes de los vehículos que pasan junto a mí. Me imagino sus vidas, en qué están pensando mientras miran hacia adelante, hacia dónde se dirigen en ese momento, si ése es un día cualquiera o tal vez una jornada de esas que jamás se olvidan por su carga dramática o de felicidad, de dónde son, con quién/es viven y en qué tipo de casa y a qué se dedican. Se pueden deducir muchas cosas simplemente por la apariencia (el pelo, la ropa, el propio coche) y los gestos (la boca fruncida en un rictus de amargura, los nudillos blancos aferrados al volante, la mirada somnolienta y perdida, la cabeza ladeada por el aburrimiento, etc.). Pero muchas más se pueden imaginar, que a veces es como inventar pero más naif.
Recuerdo una vez que iba en el 127, en Buenos Aires, mirando con atención a una pareja de cincuentones que circulaba sin prisa en un automóvil blanco. Ella le pasaba el brazo por el hombro a él, que conducía y cada tanto le besaba la otra mano o le hacía caricias en la mejilla. En los semáforos cuchicheaban y se reían. Iban vestidos de calle, sin especial cuidado, y llevaban las ventanillas bajas porque hacía calor. Era un día de semana, a eso de las cuatro o cinco de la tarde. Pensé que era uno de esos matrimonios que redescubren los encantos de la vida en pareja cuando los hijos ya crecieron y abandonaron el nido. Que tal vez ese día habían salido antes de trabajar y habían decidido dar un paseo, o no, mejor iban a visitar a su primer nieto recién nacido o acababan de firmar la compra de una casa más pequeña y céntrica donde podrían empezar a disfrutar de la vida nocturna de la ciudad, ir al teatro y tomar clases de tango…De repente el coche frenó y se metió a la izquierda en una entrada sombría y silenciosa que intentaba pasar desapercibida en medio de un hilera de portales de edificios de balcones atiborrados. Era un hotel alojamiento*.
Tal vez también muchas de las historias que el fotógrafo estadounidense Andrew Bush le atribuyó a la gente que aparece en su serie Vector Portraits no coinciden con la realidad. Pero las imágenes encierran esa magia inherente a la aventura íntima de urdir identidades e historias a partir de lo que se atisba sin permiso ni certeza cuando miramos esos rostros que probablemente sólo se cruzarán con el nuestro una vez en la vida.
Las fotos las hizo durante ocho años en carreteras de Los Ángeles y otras ciudades del suroeste de Estados Unidos. Seguramente Andrew Bush quiso indagar más en la estrecha y profunda relación que existe entre sus compatriotas y su coche, pero a mí sus imágenes me arrastran sin remedio al juego de las identidades.
* Hotel por horas para mantener relaciones íntimas.
Compartimos afición.
Me gustaMe gusta
muy buenas las fotos, me gusto mucho una que esta haciendo globo con u chicle…la encontraron?…geniales
lau cuanta imaginación, yo me cuelgo un poco pero no tanto, jajaja
Me gustaMe gusta
ja! y la pescó a Penelope Lamour!
Me gustaMe gusta
Me dicen que hay sexo después de los 70, de modo que no me sorprende que un par de décadas antes dos cincuentones se metan un poco a hurtadillas en un albergue transitorio. Me dicen que estoy frisando los 50 (frisar es un término viejo, una antigualla, pero qué remedio queda cuando uno anda por los 49), y nada dice que la curiosidad sexual y el deseo vayan a declinar en tiempos más o menos cercanos. Y, si nos rodea algún fantasma, los hombres siempre tenemos el recuerdo de Chaplin para envalentonarnos. En cuanto a los juegos de identidades, es una delicia observar rostros anónimos para imaginar su genealogía sentimental, sus pasados remotos, sus historias del presente: es la deliciosa tarea que todos los días acometen los actores y los narradores (o eso al menos nos dicen). En el fondo de esa observación está también el ansia de un relato, la posibilidad de meternos en esas vidas con la misma fascinación con que nos metemos en las obras de ficción: ser otros por un segundo, abismarnos y espiar en mundos ajenos, y hacerlo por el placer del chisme y por la sensación de sentirnos (una vez más, una vez más fugazmente) libres. Un beso desde Buenos Aires de alguien que te está mirando.
Me gustaMe gusta
ayer en el metro de Lisboa pensaba algo parecido: ahora me cruzo a toda esta gente y nunca más los voy a ver. cada uno va a hacer su vida y así sigue todo.
en fin, qué cosas que a veces pensamos parecido.
me mató la definición de Hotel Alojamiento; voy a tener que adoptarla para explicarlo mejor a la gente de acá.
Me gustaMe gusta
Este juego es todo un clásico. Quién no ha jugado alguna vez… Muy bueno el post de hoy, compañera.
Me gustaMe gusta
La rubia del corvette rosa de la foto se llama angelique o angeline, es super famosa aca en esta zona de L.A donde te la cruzas siempre, el corvette rosa chicle, la patente con su nombre, siempre vestida y maquillada como para el circo…
ja
mira que sorpresa encontrarla en tu blog!!
=)
mg
Me gustaMe gusta
Bueno, bueno, somos varios los mirones imaginativos.
MalaGata: qué casualidad! (existen?)
Saludos a todos.
Me gustaMe gusta
me gustaron arto las fotos estan re chidas
necesito novio
Me gustaMe gusta
soy la mas mami de todas quiero papi que me mantenga
Me gustaMe gusta