Sí, el cuerpo y la mente aguantan los saltos oceánicos, emocionales y climáticos. Lo que no consiguen comprender, por mucho que se repita, es lo rápido que pasa todo. Esta aceleración cada vez más evidente tiene como lado positivo que lentamente aprendo a -entreno para- ser un poquito menos ansiosa. Todo llega y todo pasa (y yo caigo irremediablemente en la frase hecha). Así que como resumen ya bastante atrasado diré que mi visita a Argentina fue intensa, reconfortante, divertida, ocupadísima y hasta tuvo alguna sorpresa. Y que Buenos Aires en verano (hace muchos años que no veía más que su cara invernal) es otra ciudad, más despreocupada, más bohemia, menos pesimista.

Llevo más de un mes de vuelta en Madrid, con pocas ganas de actualizar el blog como es notorio.  Aquí los días de nieve, lluvia y frío se suceden sin cortes y este clima me quita las ganas casi para todo. Cuento las semanas para la primavera. Y mientras tanto trabajo, voy al cine (Invictus fue la última, soy absolutamente fiel a mi cita anual, nunca decepcionante, con Clint Eastwood), retomo el ansia por Lost, vislumbro grandísimos cambios y comienzo a prepararme para ellos, despido a muy buenos  amigos que se van muy lejos, me compro por primera vez una super tele plana y leo los cuentos de mi compatriota Patricio Pron.

Postal del campo argentino