Al entrar al edificio nos encontramos con una vecina esperando el ascensor. Llevaba a un chucho de pelo marrón claro atado a una correa. Al vernos, y tras responder a nuestro saludo, se fue hacia el final del pasillo y desde allí nos dijo:
Vecina – Yo voy en este ascensor con mi perrito. Vosotros id en el otro, que enseguida baja.
El indicador luminoso señalaba que el ascensor al que nos destinaba la señora estaba en el último piso, el 14.
Yo – No se preocupe, si cabemos todos en ese.
Vecina – No, por favor, nosotros vamos en este y vosotros en el otro. ¡Que sólo tenéis que esperarlo un momento, hombre!
Yo – Ah, pero no, en serio, si nos encantan los perros. No nos molesta para nada.
Vecina – ¡Id en el otro!….No quiero que nadie moleste a mi perrito.
«No, ni falta que hace! que con lo que molesta usted, alcanza para todos, incluído el cuzco», o no? 🙂
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Quién fuera perrito…
Un saludo.
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¿Qué le contestaste? esas personas me enfurecen.
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¿es el mismos edificio en donde vive ese portero tan majo que contaste la otra vez?
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Seguramente si el perrito pudiese hablar, diría que la que le molesta es ella con sobreprotegiéndole.
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Obviamente, en mi comentario anterior sobra «con».
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squper !
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Eso es que la señora es tan insoportable que su perro está totalmente desquiciado y no quiere que nadie se muestre como mejor dueña que ella. Seguro, sí.
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JAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA Pero que caradura la señora!!!!!! No me lo puedo creer! Pero era para mandarle la carcajada en la cara y subirse igual, y patearle el perro… bueno no, a ella, patearla a ella! Claro, yo en esas situaciones me quedo muda, de perplejidad.
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